Unos de mis deseos más profundos en lo que llevo de vida, sumergida en mi eterna pobreza siempre ha sido saber qué se siente ser rica y otro que se siente ser famosa. Sí! Eso mismo, saber por qué los ricos siempre buscan todo aquello que no tienen cerca, como por ejemplo comprar ropa a París, habiendo miles de tienda en su país y saber por qué a los famosos se le ocurren algunas pendejadas como por ejemplo viviendo en Estados Unidos viajar hacia Europa sólo por tomarse un vaso de agua mineral. Pero ya comprendí las satisfacciones que los ricos y los famosos buscan, ya que junto a otros conocidos (que al parecer buscaban cumplir los mismos deseos) cojimos para Samaná, es decir, a más de 4 horas de camino en un autobús, sólo para disfrutar de un almuerzo acompañado de una brisita proveniente del malecón de esta lejana provincia.
Claro, no tengo por qué decir que esa no fue la idea original en un principio, simplemente les relataré que todo empezó con un sencillo dialogo:
Jhon: “Viena, vamos a ver las ballenas a Samaná”
Viena: “Eh... ¿Cuánto es?
Jhon: “Eso es chulisimo, camina diva pa’allá, es el domingo”
Viena: “No, no tengo cuarto”
Jhon: “Es barato vamos pa’alla!”
Viena: “Ayyyyy! Si que chulo vamos pa’ alla.
Inmediatamente Jhon me hizo esa oferta y no sé pero de una vez me importé por el turismo interno, y no crean que fue por interesada, no,no,no. En fin, ya estaba en el lío y el domingo me levanté a las 3:45 de la madrugada, emocionada cojí pa’ donde Jhon y allá aguardaban por mí 4 locos más. Luego, cojimos para el monte, donde el diablo se limpió y botó el papel pa’ que nadie lo supiera, es decir pa el kilometro 22 de la carretera Duarte a montarnos en la guagua que nos llevaría a ver a las gordinflonas de las ballenas jorobadas. Todos muertos de sueño a esa hora conversábamos de lo mucho que dormiríamos en los cómodos asientos del autobús. Para nuestra sorpresa llegó una guagua que para que se hagan una idea parecía ser la madre de todas las guaguitas “voladoras” que hay en el país. Pero na’ ya estábamos ahí y después de todo la guagua funcionaba... eso pensábamos aún cuando se dañó como a las 7 de la mañana por primera vez, pensamiento que cambió radicalmente cuando por décima vez (o sea, diez veces ya se había dañado la guagua) un segundo mecánico intentaba repararla. Si, un segundo, porque ya en Pimentel otro la había “mecaniquia’o” y ya eran más de las 2:00 de la tarde y la prostituta esa (sí, porque con todas las manos que le sobaron su motor, no era para menos ya ponerle un apodito a la guagua) aún seguía parada en una sombrita de la carretera de Sánchez, tranquila, ella sin preocupación mientras nosotros cojiamos más lucha que Jack Veneno. Y cuando decidió por fin prender, ya las ballenas se habían cansado de esperarnos, por lo que, nos dejaron par de malapalabras dichas con unos cuantos pecadores bajo el alegato de que “su tiempo es sal, para ella estar esperándonos bajo el tetero del sol”. Así que, ya a las 4 de la tarde terminamos almorzando en el malecón de Samaná para devolvernos a la capital. Y es que aún así sigo pensando que lo que no nos conviene Dios lo entretiene... yo por mi parte ya con esto había cumplido mi sueño de rica “fui a Samaná sólo para almorzar” y hasta famosa me sentía.
Por:Viena Garcia “La Diva”
Claro, no tengo por qué decir que esa no fue la idea original en un principio, simplemente les relataré que todo empezó con un sencillo dialogo:
Jhon: “Viena, vamos a ver las ballenas a Samaná”
Viena: “Eh... ¿Cuánto es?
Jhon: “Eso es chulisimo, camina diva pa’allá, es el domingo”
Viena: “No, no tengo cuarto”
Jhon: “Es barato vamos pa’alla!”
Viena: “Ayyyyy! Si que chulo vamos pa’ alla.
Inmediatamente Jhon me hizo esa oferta y no sé pero de una vez me importé por el turismo interno, y no crean que fue por interesada, no,no,no. En fin, ya estaba en el lío y el domingo me levanté a las 3:45 de la madrugada, emocionada cojí pa’ donde Jhon y allá aguardaban por mí 4 locos más. Luego, cojimos para el monte, donde el diablo se limpió y botó el papel pa’ que nadie lo supiera, es decir pa el kilometro 22 de la carretera Duarte a montarnos en la guagua que nos llevaría a ver a las gordinflonas de las ballenas jorobadas. Todos muertos de sueño a esa hora conversábamos de lo mucho que dormiríamos en los cómodos asientos del autobús. Para nuestra sorpresa llegó una guagua que para que se hagan una idea parecía ser la madre de todas las guaguitas “voladoras” que hay en el país. Pero na’ ya estábamos ahí y después de todo la guagua funcionaba... eso pensábamos aún cuando se dañó como a las 7 de la mañana por primera vez, pensamiento que cambió radicalmente cuando por décima vez (o sea, diez veces ya se había dañado la guagua) un segundo mecánico intentaba repararla. Si, un segundo, porque ya en Pimentel otro la había “mecaniquia’o” y ya eran más de las 2:00 de la tarde y la prostituta esa (sí, porque con todas las manos que le sobaron su motor, no era para menos ya ponerle un apodito a la guagua) aún seguía parada en una sombrita de la carretera de Sánchez, tranquila, ella sin preocupación mientras nosotros cojiamos más lucha que Jack Veneno. Y cuando decidió por fin prender, ya las ballenas se habían cansado de esperarnos, por lo que, nos dejaron par de malapalabras dichas con unos cuantos pecadores bajo el alegato de que “su tiempo es sal, para ella estar esperándonos bajo el tetero del sol”. Así que, ya a las 4 de la tarde terminamos almorzando en el malecón de Samaná para devolvernos a la capital. Y es que aún así sigo pensando que lo que no nos conviene Dios lo entretiene... yo por mi parte ya con esto había cumplido mi sueño de rica “fui a Samaná sólo para almorzar” y hasta famosa me sentía.
Por:Viena Garcia “La Diva”
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